El doctor en Psicología de la Universidad de Adelaida, Australia, dirigió y publicó en la revista científica especializada “Experimental Psychology”, una investigación sobre cómo la adopción de ciertas configuraciones del rostro puede predisponer a experimentar e identificar emociones positivas y negativas.
Con un lápiz llevó a los participantes a la posición que toma el rostro con una sonrisa, o con el desánimo. Para la primera el lápiz fue sostenido con los dientes del sujeto en estudio, cuyas comisuras por efecto del procedimiento, subieron. Al contrario, con el lápiz sujeto con los labios, bajaron.
Encontrándose en ambas modalidades, observaron imágenes que se les presentaron, de un rostro expresando distintas emociones, desde la tristeza a la alegría, y entre ambas una gama de apariencias intermedias.
El experimento demostró que mientras estaban con el lápiz en los dientes, con aspecto de sonrisa, tendían a identificar con mayor facilidad y frecuencia emociones positivas en los rostros que se le les mostraban.
Posteriormente, la misma correlación se dio cuando fueron expuestos a la observación de individuos en posturas corporales propias de buen y mal estado de ánimo.
El doctor Marmolejo-Ramos explica los alcances del experimento.
“Cualquier persona depende del cerebro para todo. Y las emociones son un proceso cerebral. Uno tiene distintas emociones. Usualmente son cinco las básicas. Felicidad, tristeza, disgusto, rabia. Son las básicas, que como humanos nacemos con ellas. Después elaboramos emociones más complejas, como la envidia, la pena. Pero el punto es que al final del día todo está manejado por circuitos neuronales”.
“Como sabemos, el cerebro tiene procesos electroquímicos. Pero también el reflejo es algo motor. Y eso es lo que pasa con las emociones. Entonces la teoría detrás del experimento fue: queremos ver si hacemos la cosa contraria. ¿Si afectamos el sistema motor externo, como la parte de la cara, que es la que más refleja las emociones, será que si modificamos eso, o jugamos con eso un poquito, eso afecta el procesamiento de emociones? Ésa fue la pregunta de fondo. Cómo será no de adentro para afuera sino de afuera para adentro”.
El trabajo se encuadra dentro de lo que se denomina “psicología experimental”.
“En España se le llama “psicología básica”. Se trata simplemente de ver qué pasa si… Qué pasa si hacemos esto o esto otro. Claro, como es un experimento, es muy controlado, en laboratorio. Digamos que eso reduce un poco la aplicabilidad en contexto social. Pero en sí el hallazgo tiene implicaciones, y de hecho la mayoría de los hallazgos importantes en psicología se han hecho en “psicología experimental” o en “psicología cognitiva”.
Es cauteloso para determinar los alcances de su investigación en cuanto a si atribuye los mismos efectos de una sonrisa producida artificialmente y a los de una considerada auténtica o espontánea.
“En contexto experimental, de laboratorio, uno podría decir que sí. Ahora, que el efecto sea realmente fuerte, es otra cosa”.
Deja tarea para un próximo estudio.
“Una de las ideas que tenemos es en un futuro es hacerlo en un contexto más aplicado, con terapeutas, por ejemplo. Con un grupo control, personas que de acuerdo a ciertas baterías, ciertos test, son normales, aunque la normalidad no existe, pero bueno… digámoslo aquí, normales, y otro grupo de personas que de acuerdo a ciertas baterías, ciertos test, se identifican como personas con depresión, por ejemplo.
“Haríamos con ellos una rutina de tres veces al día, por 15 minutos, una práctica explícita de sonreír, pensando en cosas positivas, por ejemplo. Después, la cara triste, pensamiento en cosas negativas.
“Segunda, fase, nos enfocaríamos únicamente en sonreír, sonreír y sonreír, realizando ciertas mediciones, con imaginería cerebral, o una batería simple de preguntas como qué tan contento te sientes hoy, cómo ha estado tu día hoy. Sería interesante”.
El experimento del doctor Marmolejo-Ramos y su equipo encuentra eco en otros ámbitos, como las enseñanzas de una organización de origen japonés, Sukyo Mahikari, cuyo maestro fundador aconsejaba sonreírse frente al espejo antes de irse a dormir como parte de los recursos para conseguir una vida mejor.
El doctor Marmolejo-Ramos ha vivido la pandemia en Adelaida y la experiencia le permite comparaciones con lo que sabe ha ocurrido en Latinoamérica. En relación al buen desempeño de Australia frente al virus manifiesta:
“Yo diría que la clave fue seguir instrucciones, acatarlas, y eso es, básicamente, civilización. Aquí el gobierno dijo ‘Vamos a colocar 1.5 metros de distancia social’, y colocaron marcas en las calles, en el suelo. La gente las sigue. Dijeron ‘tal día todo el mundo en la casa’, y todo el mundo se quedó en la casa. Dijeron ‘tales negocios no abren’, y no abrieron.
“Mira cómo es la situación en Colombia, en Sudamérica. Por lo menos en Colombia es la cultura de quién es el más vivo, quién es el más ‘avispado’.
Por ejemplo, en Colombia, soy dueño de un restaurante, y hay un decreto del gobierno, que hay algunas mesas donde no puedo poner clientes, pero si me asomo a la calle y no hay policías vigilando, y hay gente afuera preguntando si puedo atenderlo, yo me aprovecho y le digo ‘si, pase’, y lo atiendo, aún en las mesas donde no debería, y lo hago para ganar más dinero.
“Es una posición un poquito egoísta. No un poquito, bastante egoísta. Esa mentalidad aquí no existe, hay una mentalidad de grupo. Si yo hago esto qué tal si esa persona tiene Covid y me contagia a la gente, y se produce una pandemia en mi ciudad. En la mentalidad de aquí la gente se preocupa por los demás”.